Analía50 tenía una teoría que la mantenía despierta por las noches: "todo lo que pasa por accidente es en realidad una decisión que no entendemos aún." Así que decidió hacer de los accidentes su forma de vida. Nada de controlar el destino, nada de planificar. ¡Todo a lo loco! Ella se lanzaba al abismo de la casualidad con un brillo en los ojos que hacía que hasta las paredes temblaran.
Una vez, mientras salía de su casa, tropezó con la manguera del jardín y terminó enroscada en un arbusto. En lugar de enojarse, se quedó ahí, mirando las ramas, y pensó: "Esto debe significar algo". Al instante, un pájaro le lanzó una mirada cómplice desde una rama, y Analía50 se sintió conectada con la magia absoluta del desastre. "Así se vive", pensó. "Todo es un accidente esperando ser abrazado".
En sus caminatas por la ciudad, en cada esquina veía algo que podría causar un accidente, y de alguna manera, se acercaba más y más a ello. ¿Un caracol cruzando la calle? Lo tocaba con la punta del zapato, solo para ver qué pasaba. ¿Un semáforo en rojo? Lo desafiaba con una sonrisa y cruzaba cuando los coches aún no estaban completamente parados, como si el caos fuera su campo de juego.
Todo esto fue llevándola a situaciones más absurdas, como cuando una vez, en un café, tiró toda la jarra de café sobre su mesa... justo cuando un tipo la miraba. Y en lugar de pedir disculpas, miró el café derramado y le dijo: “Creo que el café está demasiado caliente para ser una metáfora de la vida.” El tipo, confundido y un poco impresionado, respondió: "¿Es esta tu forma de ligar?" Analía50 sonrió y contestó: “¡¿Ligar?! No, solo sigo lo que me dicta el gran accidente universal”.
A lo largo de los días, sus amigos comenzaron a preguntarle: “¿Pero en serio, no te importa lo que haces?” Y ella les respondía, mientras caía de bruces sobre una almohada: “¡¿Por qué tendría que importarme?! Lo que realmente importa es lo que no sucede cuando no me preocupo.”
A veces, se encontraba en medio de un parque, mirando al cielo, pensando que tal vez, algún día, un meteorito le caería encima. Pero no tenía miedo. ¡Sería un accidente increíble!
Y así siguió, dando tumbos por la vida, haciéndole un guiño al caos, como si fuera su mejor amigo. En el fondo sabía que no podía cambiar nada, pero, ¿quién quería hacerlo cuando se podía vivir en un constante desastre que nunca deja de ser divertido?
Texto generado por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
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